martes, 25 de octubre de 2011

La generación Halloween en España

Mi padre dice que Halloween en una fiesta tan “no nuestra” que debería irse tal y como ha llegado. Mi hijo dice, por su parte, que es una de “sus fiestas” favoritas. Y, entre medias, estoy yo, que ni la considero ajena ni la considero propia, y mientras me decido, comienzo a cogerle el gustito a disfrazarme de fantasma entre el verano y la Navidad, además de comer galletas terroríficas mientras veo una peli de miedo la noche del 31 de octubre. Pero ¿cuál es el origen de esta festividad y cómo llega a España?


La palabra Halloween deriva de la antigua expresión inglesa All Hallow´s Eve, que significa “víspera de Todos los Santos”. Tiene su origen en la festividad celta de Samhain, y la festividad cristiana del Día de Todos los Santos.

Entre los celtas -antiguos pobladores de Europa Oriental, Occidental y parte de Asia Menor- habitaban los sacerdotes paganos llamados druidas, quienes creían en la inmortalidad del alma que, según ellos, se introducía en otra persona al abandonar un cuerpo sin vida, regresando el 31 de octubre a su antiguo hogar para  pedir comida a sus moradores, quienes estaban obligados a hacer provisión de ella. Así, las almas de los difuntos siguen regresando durante el Día de los Muertos para disfrutar de los altares, que son llenados de objetos que reflejan algún aspecto de su vida, fotografías, velas y flores, que se llevarán al cementerio al siguiente día.

Los procesos migratorios y la gran hambruna irlandesa de 1840, hicieron que la festividad llegara al norte de América, que a finales del siglo XIX la adoptó como suya. Los inmigrantes irlandeses fueron los principales responsables de que, además de arraigarse en Estados Unidos, también lo hiciera en Canadá y otros países, con algunas variaciones. Fueron ellos quienes, aprovechando que la calabaza era una planta autóctona de la región a la que habían llegado, difundieron la costumbre de convertirla en una lámpara, inspirándose en la leyenda de Jack el tacaño.

La fiesta comenzó a masificarse en 1921, cuando Minnesota celebró su primer desfile de Halloween. Luego le siguieron otros estados. Su internacionalización comenzó a finales de los años ´70 y principios de los ´80, gracias al cine y las series de televisión, que también llegaron a España. Pero no es sino hasta finales de los ´90 y comienzos del siglo XXI, cuando comienza a hacerse un hueco en el calendario español de fiestas, muy a pesar de mi padre, quien defiende que en algunas zonas de influencia celta de Galicia y Asturias, ya existía la tradición de celebrar el Día de los Difuntos. “Así que eso de Halloween es un invento anglosajón, como tantos otros modernismos”, defiende mi padre.

Así las cosas, mi padre no recuerda haber celebrado Halloween, jamás. Yo, por mi parte, recuerdo algunas películas de Hollywood, autoras de muchas de mis pesadillas de juventud. Pero mi hijo… Ah! mi hijo recuerda todo, porque desde que nació, está celebrando Halloween en la guardería y el colegio, comiendo tartas embrujadas y rompiendo piñatas de calabaza. Y es que, año tras año, tengo que ingeniármelas para disfrazarle de momia, calavera, diablo, vampiro y de: “monstruo singular, papá” (o sea, diferente a sus amiguitos).


No puedo negar que las tiendas y grandes superficies me hacen cada vez más fácil esto de que mi hijo celebre Halloween. No en vano comenzamos a ver disfraces, calabazas y telarañas en los escaparates desde el mes de septiembre (para darnos tiempo a escoger, claro). Y me pregunto yo, con la inevitable globalización y, además, la crisis que está cayendo, ¿por qué no darle una oportunidad a Halloween si, al fin y al cabo, contribuye a reactivar la economía?

Estoy convencido de que, la de mi hijo, será una “generación Halloween”, esa que pensará que es una fiesta de las de “toda la vida”, transmitiéndola a sus hijos con total normalidad, y éstos a los suyos, y así sucesivamente. Es cuestión de tiempo.

lunes, 17 de octubre de 2011

El disputado origen de la Tarta tres leches

Popular en todos los países latinoamericanos, la tarta tres leches enamora cada vez más a los paladares españoles, incluso a los más exigentes. Pero, ¿cuál es el origen de este exquisito postre?

Muchos países se disputan su creación: México, Nicaragua, República Dominicana, Cuba, Guatemala, Costa Rica, Venezuela… aunque ninguno aporta pruebas de ser el verdadero creador de esta receta.

El reputado chef mexicano Roberto Santibáñez cree que la receta original podría provenir de alguna publicación destinada a promocionar productos alimenticios distribuidos en América Latina, tal vez por un fabricante de leche evaporada en lata o de una batidora eléctrica. En cualquier caso, recuerda a este postre como uno de los más deliciosos de su niñez, preparado por su abuela, en el estado de Tabasco.

Tomando esta hipótesis como cierta, es probable que haya nacido en México, Nicaragua, República Dominicana, Cuba, Guatemala, Costa Rica, Venezuela… pero “a la vez”, viendo cumplido así el objetivo del fabricante que publicó la receta para promocionar su producto.

Se desconoce si dicho fabricante fue la empresa Nestlé, lo que sí se conoce es que ésta afirma haber ayudado a la evolución y expansión de la receta, durante la Segunda Guerra Mundial.
Otra teoría cifra su origen en Europa, ya que la receta es muy parecida al pastel de ron británico y al tiramisú italiano, en cuanto éstas y la tarta tres leches, son postres de bizcocho empapados en líquido.

Al parecer, alrededor de 1997, una empresa americana dedicada a la fabricación de alimentos, comenzó a vender un premezclado de productos lácteos llamado “Riquezas Tres”, que era un baño de leches para postres. Dos años más tarde, en 1999, Patricia Sharpe, de la revista Texas Monthy, publicó un artículo sobre la comida Tex-Mex en el que mencionaba la tarta tres leches, asegurando que ésta se hizo popular en América Latina en la generación anterior, siendo normal en las celebraciones.

Entre 2003 y 2004, la compañía de helados Häagen-Dazs, dio a conocer en algunas de sus tiendas, un helado con sabor a tres leches, que además contenía trozos empapados en ron y un dulce de crema, pero la promoción la realizó por tiempo limitado. Aunque sin duda, también contribuyó a su popularización. 

De este disputado origen es normal que haya, entonces, variaciones en la receta, acabados, sabores y texturas. Por ejemplo, en algunas islas del Caribe, se sustituye una de las leches por crema de coco. Otras recetas son más atrevidas y le añaden ron u otros alcoholes. Ciertas cocinas utilizan cerezas en el decorado y algunos restaurantes de Texas y Florida añaden un tipo de leche más, creando así un “cuatro leches”.

En Estados Unidos capta cada vez más paladares, siendo incluida progresivamente en las cartas de postres de afamados restaurantes. Uno de los países que más recientemente han sucumbido al delicioso postre es Albania, conocido como “tre LECE”, al que le añaden una capa de caramelo en la parte superior.

En cualquiera de los casos (y de las recetas), la tarta tres leches es tan deliciosa, que sencillamente no importa de dónde venga, sino lo bien que luce en nuestra mesa a la hora de querer ganarnos los paladares de los exigentes invitados a nuestra celebración.